"La manera más segura de alcanzar tus metas, es permanecer en contacto con tu propia voz interior, y no permitir que la opinión de otros te detenga! Aprende a escuchar tu corazón... ese no se equivoca! Mente y corazón en armonía, son la base de la inteligencia emocional."






miércoles, 9 de abril de 2014

No te enamores... (¿de mí?)


Y lo dice Martha y lo grito yo...

No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe...

No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca.No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y que además sabe volar; una mujer segura de sí misma.

No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos de una que ame la poesía (esas son las más peligrosas) , o que se quede media hora contemplando una pintura o que no sepa vivir sin la música.

No te enamores de una mujer a la que le interesa la política y que sea rebelde y sienta un inmenso horror por las injusticias. Una que no le guste para nada ver la televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo.

No te enamores de una mujer intensa, lúdica, lúcida e irreverente. No quieras enamorarte de una mujer así .

Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se queda ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, jamás se regresa...




lunes, 31 de marzo de 2014

Tiempo... es tiempo de decir Te Quiero.


Estos días una, o sea yo misma, le ha dado para pensar mucho... quizás demasiado, aunque más que pensar yo le llamo analizar lo que pasa. Siempre que en mi vida pasa alguna cosa intento preguntar al Universo que me quiere decir con todo ello. 

Este fin de semana a lo tonto encerrada en casa vi dos cosas que me dieron mucho que pensar. El sábado por la noche fue una peli "chorra" en Antena 3 sobre un hombre al que se le aparecía Dios y le encargaba la construcción de una arca de Noé porque habría un "diluvio"... ese hombre por poco enloquece... tenía que hacer aquello en contra de lo que todo el mundo creyese, incluso su mujer lo tomó por loco y ello hizo que se alejara de él. Hasta que ese mismo dios se le apareció a ella en otra forma y le hizo una reflexión muy buena: crees que si pides a Dios paciencia te va a dar la paciencia que pides? o en su caso te ofrecerá una situación en la que deberás tener más paciencia que nunca para que así tu paciencia sea permanente? crees que si a Dios le has pedido el amor de tu vida, te va a darlo así sin más? o en su defecto te pondrá delante la persona que te demostrará de corazón que te quiere por muy adversas que sean las condiciones y verás que es la persona de tu vida?.... Buena reflexión verdad? No hay que decirlo que en ese momento ella regresó con su marido...

Pero ayer domingo en un programa de Cuatro de Viajando con Chester, entrevistaron a la mujer de un asesinado por ETA hace ya muchísimo tiempo. La lección de vida que dio esa mujer al decir que cuando llevaron a su marido al hospital y no sabía como estaba solo quería estar cerca de él para decirle que le quería, me llegó al alma... Rosa decía: que poco decimos te quiero por que suponemos que ya se sabe! y cuanto razón tiene.... Habló de lo relativo que es el tiempo y lo poco que tenemos...

Quien me conoce sabe que siempre he sido una enamorada de la vida desde muy pequeña me decían que quería... y yo siempre decía vivir! ahora pienso en ese Noé moderno y a su pareja, a esa Rosa y a sus te quieros no dichos a tiempo y el tiempo. Es precisamente este tiempo final el que muchos no valoramos.
Siempre he dicho que hasta el mismo momento en que no te ves a las puertas de la muerte y eres consciente, no se vale el de pequeño... sino ver la cara a la muerte de manera CONSCIENTE, nadie valora el tiempo,  Y OS LO DIGO DE CORAZÓN NADIE! podéis hablar con cualquiera y todo el mundo dirá que sí pero hablad con quien no le queda más tiempo o quien por lo que sea se quedó a las puertas de la vida y veréis que realmente no lo valoramos. Todo lo dejamos para más adelante, nos damos tiempo, esto lo haremos mañana, anteponemos trabajo a diversión, llantos a risas y el tiempo pasa sabiendo que el tiempo se acaba... y yo me levanto cada día dando las gracias por despertarme y me acuesto diciendo todo aquello que mi corazón siente, perdí el miedo de expresar si estoy contenta y feliz, perdí el miedo al llanto cuando estoy triste y hoy puedo decir que he perdido el miedo a amar, porque es precisamente el miedo el que me ha hecho perder lo que más amo.

El otro día alguien que me conoce muy bien me decía, eres una luchadora nata, cuando otros hubieran tirado la toalla tu sigues allí, sin esperanzas tu sigues creyendo, con todo en contra tu sigues adelante y si aceptas que no puede ser? y mi respuesta fue.... lo siento en el corazón y yo siempre hago caso a lo que dice mi corazón, sino no sería yo. Mi corazón nunca se equivoca, y si no es, moriré feliz por haberlo sentido y por haber dado todo por aquello o por quien amo. Si luchas puedes perder, pero si no lo haces estas perdido. Eso lo aprendí bien hace dos años.... y hoy, dos años después he aprendido el significado pleno de la frase que siempre utilizo para definirme: Enamorada de la vida. Supe que era el valor de vivir. Y aprendí a valorar estar viva y vi que tenía que aprender a vivir de nuevo. Hoy sé cual ES el significado del Amor y de estar ENAMORADA, hoy por TI sé lo que es AMAR. Y sé que eres mi vida.




miércoles, 26 de marzo de 2014

Dejar ir...




Dejar ir no significa dejar de cuidar, significa que no puedo hacerlo por otra persona.
Dejar ir no es aislarme, es darme cuenta de lo que no puedo controlar de los demás.
Dejar ir no es permitir, sino reconocer el aprendizaje de las consecuencias naturales.
Dejar ir es admitir la impotencia, que significa que el resultado no está en mis manos.
Dejar ir no es tratar de cambiar o culpar a otr@, es sacar lo máximo de mi mismo.
Dejar ir no es cuidar, sino atender.
Dejar ir no es reparar, sino ser apoyo.
Dejar ir no es juzgar, sino permitirle a otr@ que sea un ser humano.
Dejar ir no es estar en el medio arreglando todos los resultados, sino permitir a otr@ que influya en su propio destino.
Dejar ir no es ser protectora, es permitir que otr@ enfrente su realidad.
Dejar ir no es negar, sino aceptar.
Dejar ir no es regañar, reprender o discutir, sino buscar mis propios defectos y corregirlos.
Dejar ir no es ajustar todo a mis deseos, sino tomar cada día como viene y apreciarme a mi misma en él.
Dejar ir no es lamentar el pasado, sino crecer y vivir para el futuro.
Dejar ir, para mi, es temer menos y ahora AMAR más.

Sin duda.... te AMO





viernes, 17 de enero de 2014

El hombre que no creía en el amor...

No es "casualidad" que este escrito lo hubiera leído hace un tiempo y que el otro día lo leí en una famosa blogger... no es "casualidad" que haya aparecido precisamente ahora... porque cuando nada buscaba el TODO me encontró...




Así que... Quiero contarte una vieja historia sobre un hombre que no creía en el amor. Se trataba de una persona normal, como tú y como yo, pero lo que lo hacía especial era su manera de pensar: estaba convencido de que el amor no existía. Había acumulado mucha experiencia en su intento de encontrar el amor, por supuesto, y observado a la gente que tenía a su alrededor. Se había pasado buena parte de su vida intentando encontrar el amor y había acabado por descubrir que el amor no existía.


Dondequiera que fuese solía explicarle a la gente que el amor no era otra cosa que una invención de los poetas, una invención de las religiones que intentaban, de este modo, manipular la débil mente de los seres humanos para controlarlos y convertirlos en creyentes. Decía que el amor no era real y que, por esa razón, ningún ser humano lo encontraría jamás aun cuando lo buscase.

El hombre continuó hablando incansablemente de todas las razones por las cuales creía que el amor no existía y siguió diciendo: «Yo ya he pasado por todo eso. No volveré a permitir que nadie manipule mi mente y controle mi vida en nombre del amor». Sus argumentos eran bastante lógicos y convenció a mucha gente con sus palabras. El amor no existe.

Sin embargo, un día, este hombre salió a dar un paseo por un parque, donde se encontró, sentada en un banco, a una hermosa mujer que estaba llorando. Cuando advirtió su llanto, sintió curiosidad, se sentó a su lado y le preguntó si podía ayudarla. También le preguntó por qué lloraba. Puedes imaginar su sorpresa cuando ella le respondió que estaba llorando porque el amor no existía. Él dijo: «Esto es increíble: ¡una mujer que cree que el amor no existe!». Por supuesto, quiso saber más cosas de ella.

-¿Por qué dice que el amor no existe? -le preguntó.

-Bueno, es una larga historia -replicó ella-. Me casé cuando era muy joven, estaba muy enamorada, llena de ilusiones y tenía la esperanza de compartir mi vida con el que se convirtió en mi marido. Nos juramos fidelidad, respeto y honrarnos el uno al otro, y así creamos una familia. Pero, pronto, todo empezó a cambiar. Yo me convertí en la típica mujer consagrada al cuidado de los hijos y de la casa. Mi marido continuó progresando en su profesión y su éxito e imagen fuera del hogar se volvió para él en algo más importante que su propia familia. Me perdió el respeto y yo se lo perdí a él. Nos heríamos el uno al otro, y en un momento determinado, descubrí que no le quería y que él tampoco me quería a mí.
Pero los niños necesitaban un padre y esa fue la excusa que utilicé para continuar manteniendo la relación y apoyarle en todo. Ahora los niños han crecido y se han independizado. Ya no tengo ninguna excusa para seguir junto a él. Entre nosotros no hay respeto ni amabilidad. Sé que, aunque encontrase a otra persona, sería lo mismo, porque el amor no existe. No tiene sentido buscar algo que no existe. Esa es la razón por la que estoy llorando.


Como la comprendía muy bien, la abrazó y le dijo:

-Tiene razón, el amor no existe. Buscamos el amor, abrimos nuestro corazón, nos volvemos vulnerables y lo único que encontramos es egoísmo. Y, aunque creamos que no nos dolerá, nos duele. No importa cuántas relaciones iniciemos; siempre ocurre lo mismo. Entonces ¿para qué seguir buscando el amor?

Se parecían tanto que pronto trabaron una gran amistad, la mejor que habían tenido jamás. Era una relación maravillosa. Se respetaban mutuamente y nunca se humillaban el uno al otro. Cada paso que daban juntos les llenaba de felicidad. Entre ellos no había ni envidia ni celos, no se controlaban el uno al otro y tampoco se sentían poseedores el uno del otro. La relación continuó creciendo más y más. Les encantaba estar juntos porque, en esos momentos, se divertían mucho. Además, siempre que estaban separados se echaban de menos.


Un día él, durante un viaje que lo había llevado fuera de la ciudad, tuvo una idea verdaderamente extraña. Pensó: «Mmm, tal vez lo que siento por ella es amor. Pero esto resulta muy distinto de todo lo que he sentido anteriormente. No es lo que los poetas dicen que es, no es lo que la religión dice que es, porque yo no soy responsable de ella. No tomo nada de ella; no siento la necesidad de que ella cuide de mí; no necesito echarle la culpa de mis problemas ni echarle encima mis desdichas. Juntos es cuando mejor lo pasamos; disfrutamos el uno del otro. Respeto su forma de pensar, sus sentimientos. Ella no hace que me sienta avergonzado; no me molesta en absoluto. No me siento celoso cuando está con otras personas; no siento envidia de sus éxitos. Tal vez el amor sí existe, pero no es lo que todo el mundo piensa que es».
A duras penas pudo esperar a volver a casa para hablarle de su extraña idea. Tan pronto empezó a explicársela, ella le dijo: «Sé exactamente lo que me quieres decir. Hace tiempo que vengo pensando lo mismo, pero no quise compartirlo contigo porque sé que no crees en el amor. Quizás el amor sí que existe, pero no es lo que creíamos que era». Decidieron convertirse en amantes y vivir juntos, e increíblemente, las cosas no cambiaron entre ellos. Continuaron respetándose el uno al otro, apoyándose, y el amor siguió creciendo cada vez más. Eran tan felices que incluso las cosas más sencillas les provocaban un canto de amor en su corazón.


El amor que sentía él llenaba de tal modo su corazón que, una noche, le ocurrió un gran milagro. Estaba mirando las estrellas y descubrió, entre ellas, la más bella de todas; su amor era tan grande que la estrella empezó a descender del cielo, y al cabo de poco tiempo, la tuvo en sus manos. Después sucedió otro milagro, y entonces, su alma se fundió con aquella estrella. Se sintió tan inmensamente feliz que apenas fue capaz de esperar para correr hacia la mujer y depositarle la estrella en sus manos, como una prueba del amor que sentía por ella. Pero en el mismo momento en el que le puso la estrella en sus manos, ella sintió una duda: pensó que ese amor resultaba arrollador, y en ese instante, la estrella se le cayó de las manos y se rompió en un millón de pequeños fragmentos.

Ahora, un hombre viejo anda por el mundo jurando que no existe el amor, y una hermosa mujer mayor espera a un hombre en su hogar, derramando lágrimas por un paraíso que una vez tuvo en sus manos pero que, por un momento de duda, perdió. Esta es la historia del hombre que no creía en el amor.
¿Quién de los dos cometió el error? ¿Sabes qué es lo que no funcionó? El que cometió el error fue él al pensar que podía darle su felicidad a la mujer. La estrella era su felicidad y su error fue poner su felicidad en las manos de ella. La felicidad nunca proviene del exterior. Él era feliz por el amor que emanaba de su interior; ella era feliz por el amor que emanaba de sí misma. Pero, tan pronto como él la hizo responsable de su felicidad, ella rompió la estrella porque no podía responsabilizarse de la felicidad de él.

No importa cuánto amase la mujer al hombre, nunca hubiera podido hacerle feliz porque nunca hubiese podido saber qué es lo que él quería. Nunca hubiera podido conocer cuáles eran sus expectativas porque no podía conocer sus sueños.
Si tomas tu felicidad y la pones en manos de alguien, más tarde o más temprano, la romperá. Si le das tu felicidad a otra persona, siempre podrá llevársela con ella. Y como la felicidad sólo puede provenir de tu interior y es resultado de tu amor, sólo tú eres responsable de tu propia felicidad. Jamás podemos responsabilizar a otra persona de nuestra propia felicidad, aunque cuando acudimos a la iglesia para casarnos, lo primero que hacemos es intercambiar los anillos. Colocamos la estrella en manos de la otra persona con la esperanza de que nos haga felices y de que nosotros la haremos feliz a ella. No importa cuánto ames a alguien, nunca serás lo que esa persona quiere que seas.
Ese es el error que la mayoría de nosotros cometemos nada más empezar. Asentamos nuestra felicidad en nuestra pareja y no es así como funciona. Hacemos todas esas promesas que somos incapaces de cumplir, y entonces, nos preparamos para fallar.

“La maestría del amor”.
Dr. Miguel Ruiz.





He aprendido a agarrar esa estrella, la mía... mientras miro como tu agarras la tuya... y cada uno con su estrella nos damos la mano para andar juntos... compartiendo el camino...  ¿ves lo que hay en el horizonte?